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Gabriela Mistral: La amante del arte de enseñar que llegó a lo más alto de la literatura mundial

Patrimonio de la Familia rinde un merecido homenaje a la profesora nacida en Vicuña que en 1945 fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura.

Llegó al mundo como Lucila Godoy Alcayaga el 7 de abril de 1889, en Vicuña, localidad cercana al Valle del Elqui. Desde pequeña supo que su vocación era enseñar, y se aventuró en 1903 en su primer trabajo como maestra en la escuela del pueblo de La Compañía Baja, cercano a la ciudad de La Serena.

Posteriormente quiso profundizar este llamado estudiando docencia en la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena, pero curiosamente su solicitud fue rechazada, según señala el sitio de la Universidad de Chile. A pesar del rechazo, perseveró, dedicándose laboriosamente a la enseñanza y colaborando con medios de comunicación. En 1910 rindió examen en la Escuela Normal Nº 1 de niñas de Santiago para titularse como maestra y trabajó en distintas zonas de Chile.

De Lucila a Gabriela

Su primer gran éxito en el mundo de las letras llegó el 12 de diciembre de 1914, al obtener el primer lugar en los Juegos Florales de Santiago por sus ‘Sonetos de la Muerte’. Allí definitivamente dejó su nombre Lucila por el seudónimo con el que sería mundialmente conocida: Gabriela Mistral.

En 1922 tuvo un ofrecimiento difícil de rechazar, participar en el diseño estratégico de un nuevo programa educativo en México, dirigido por el filósofo y ministro de educación de ese país, José Vasconcelos. Ese mismo año publicó una obra difícil de olvidar: ‘Desolación’. 365 días después retornó a Chile, recibiendo de parte de la Universidad de Chile, la casa de estudios más prestigiosa del país, el título de profesora de castellano.

Europa

Posteriormente se desempeñó como diplomática en diversos países de Europa como Suiza e Italia. Tres años después el gobierno chileno aprobó una ley que le concedió un cargo consular  vitalicio, a petición de destacados intelectuales europeos entre ellos,  Miguel de Unamuno, Romain Rolland, Ramiro de Maeztu y Maurice Maeterlinck. Al año siguiente se radicó en Lisboa, Portugal. Nunca dejó la poesía de lado, porque en 1938 publicó el poemario, “Tala”.

El Nobel de Literatura

En 1945 la prestigiosa Academia Sueca la distinguió con el merecido Premio Nobel de Literatura, con el que inscribió su nombre en la historia. Tras el reconocimiento recibió muchas distinciones más, como la Legión de Honor en Francia, ser nombrada como Doctora Honoris Causa en diversas universidades y la medalla Enrique José Varona de la Asociación Bibliográfica y Cultural de Cuba. Sumó a su dilatada trayectoria diplomática ser cónsul en Estados Unidos, México e Italia.

Recién en 1951 recibió el Premio Nacional de Literatura en Chile, e hidalgamente destinó los recursos de esta merecidísima distinción a los niños sin recursos que vivían en la zona de su amado Valle de Elqui.

En noviembre de 1956, su salud empeoró a raíz de un cáncer de páncreas. Avizorando su muerte, escribió en su testamento que quería yacer en su “amado pueblo de Montegrande”, donde vivió desde los tres a nueve años, incluso fue más allá y dejó establecido que de todos los libros vendidos en Latinoamérica, una parte importante de los derechos de autor debían ser entregados a los niños pobres de ese lugar.

El 10 de enero de 1957 Gabriela murió en la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos. Sus restos mortales fueron trasladados al país, siendo velados en Salón de Honor de la Universidad de Chile y decretándose un duelo nacional de tres días. Su muerte causó pesar en gran parte del mundo y los circuitos literarios no quedaron indiferentes a su partida. 

Con esta valiosa reseña acerca de su vida y obra, Patrimonio de la Familia rinde merecido homenaje a una mujer que supo engrandecer el nombre de Chile en el mundo y demostró con creces su talento plasmado en poemas que dejaron su huella para la posteridad. Y con quien comparte como misión fundamental el creer en el poder transformador de la Educación, con el objetivo de fortalecer la influencia e importancia de la familia en el aprendizaje de los niños y niñas de Chile.